miércoles, 21 de septiembre de 2011

Sèptima Clase.

Sucede que no tenìa piernas, pero volè con el hàlito de historias distintas, Lemon Tree era una de ellas. Y allì, recostado en algodòn, mirè allende lo comùn, y el dramatismo se me mostrò con su cara genocida. Se me aparecieron los muertos del conflicto de medio oriente, se rasgò el algodòn, quedando de nuevo humano y llevando un niño mutilado en mis espaldas lleguè a clase, dejando un hedor mortecino al otro lado del muro.
En la clase habìa una mesa redonda recièn salida de un quiz al que por citados motivos no pude asistir, interactuando todos sobre diversos temas y, sobre todo, planeando lo que serìa del sàbado, el software freedom day. Se decidieron las respectivas obligaciones, y quedò todo listo para el evento libertario. Termina la clase.
Termina la clase? No, no aùn; acaba la del profesor Mariño, pero la del niño y la mìan aùn sigue. Y sigue porque necesitamos desprendernos de hedores mortecinos, aprender a tejer algodones nuevos, y porque vimos un muro que invadìa nuestro campo de limones. Y con limones intentamos proteger lo nuestro, ungièndolos de fuego, lanzàndolos todavìa a los muros que se sigan erigiendo, para que el  ardoroso àcido  carcoma los màs sucios inventos.

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